Una mirada política de la Historia Argentina. Primera Parte

Alfredo Mason
Profesor titular
Historia del Pensamiento Político
UCALP subsede San Martín
 Introducción: ¿Qué es la Política?  Importancia del conocimiento de la Historia para la Política. Una lectura política de la Historia. Criterio de la selección del período elegido.  1930: el fin de una época. Un modelo económico mixto y un modelo político revuelto. El problema económico-social y las migraciones. La revolución de 1943.

 ¿Qué es la Política?

 

    Se suele sostener las más diversas concepciones acerca de que cosa constituye lo político, pero si queremos poseer una visión de la realidad construida desde allí, debemos tener claridad a cerca de su contenido. Por lo tanto esto que llamamos «lo político» debe consistir en alguna distinción de fondo a la cual puede ser remitido toda acción política en sentido específico[1].

 

    Hace veintiséis siglos ya Aristóteles definía al hombre como: zoon politikón (zwon politikon)[2], como un ser político, lo que quería decir que este ser posee una tendencia a asociarse con otros seres humanos en forma ingénita, al igual que algunos otros animales[3]. Aquello que diferencia y pone en ventaja al hombre por sobre los animales está dado por el lenguaje articulado y por un sentimiento de lo bueno y lo malo, de lo justo e injusto que otorga la racionalidad[4].   

 

    La palabra le permite al hombre articular un discurso mediante el cual se relaciona con otros hombres, pero ese discurso no posee un único sentido. Cuando los objetos del habla son las opiniones (endoca), o sea, aquellas aceptadas por todos, la mayor parte de los hombres o los sabios, estamos ante los temas tratados en las conversaciones diarias (donde) después de haber hecho un recuento de las opiniones de la mayoría, no a partir de los pareceres ajenos sino de los propios, podremos discutir con ellos, modificando lo que no nos parezca que está bien dicho[5].  Sobre el discurso se basa la retórica[6], siendo la lógica de la misma, la de lo verosímil -aquello que es creíble por ser coherente con el desarrollo de la realidad- que exige no solo premisas que sean opiniones admisibles (endoca) sino también la ocasión propicia, porque lo que es verosímil para un auditorio puede no serlo para otro[7].

 

    La cuestión de la «ocasión propicia» tiene que ver con uno de los elementos centrales de este tipo de discurso: producir un efecto en el auditorio, y así se lo expresa: el discurso, si no manifestare algo, no producirá su propio efecto[8], el cual no es otro que la persuasión.

 

    En el mundo griego, la persuasión era una divinidad (Peithó), que jamás sufrió rechazo, según afirma Esquilo. Estaba asociada a Afrodita, la diosa de los pensamientos sutiles, y disponía de sortilegios de palabras de miel. En el panteón griego Peithó corresponde al poder de la palabra sobre los otros. Su templo es la palabra.

 

    Este discurso que busca la persuasión signa el espacio político, el cual cobra existencia siempre que los hombres se agrupan por el discurso y la acción, y por lo tanto precede a toda forma de constitución de la esfera pública y de las varias formas de gobierno, o sea las varias maneras en las que puede organizarse la esfera pública[9].  Dado que la esfera política se constituye por el discurso y la acción, no es algo estático sino que requiere del incesante flujo de actualizaciones y, por ello mismo, sus límites y su existencia son cambiantes.  Todo espacio político, a su vez, implica una construcción de poder que hace viable el discurso y la acción, por lo tanto, el poder es lo que mantiene la existencia de la esfera pública (…) el poder brota de la capacidad humana, no de actuar o hacer algo, sino de integrarse con los demás para actuar en común acuerdo con ellos[10].

 

    El espacio político, para Aristóteles, implica poder, pero éste último solo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones, sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir, sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades[11].

 

    La polis es la organización política donde el hombre alcanza el límite de la interdependencia perfecta (autarquía) y busca la realización de la «buena vida», aquella donde es dable alcanzar la felicidad.

 

    Si el discurso de lo contingente (endoca) es lo que abre el espacio político, pero su objeto es cambiante por definición ¿qué es lo que sostiene la perdurabilidad de esa forma de vida? El discurso político es terreno opinable, probable y se llama probable lo que parece tal, ya a todos los hombres, ya a la mayoría, ya a los sabios, ya a la mayor parte[12], lo cual no significa otra cosa que una «verdad de opinión», o lo que es lo mismo, una «verdad política», la cual requiere para comprobar su veracidad de la participación de la mayoría que se organiza detrás de esa proposición[13].  Aristóteles sabe que al afirmar que la verdad política la tiene la mayoría podría aparecer quien sostuviera en contra suyo, que no cualquier individuo que la conforma es valioso, por eso aclara que no es un criterio exclusivamente cuantitativo el que está en juego pues esa mayoría debe estar unida -hoy quizás diríamos organizada- y esto es lo que le permite ser mejor, incluso, que una minoría de hombres distinguidos. Porque como son muchos, cada uno tiene una parte de habilidad y comprensión, y si se unen, al originarse un «sujeto único», expresan una inteligencia colectiva. 

 

 

 

    En la modernidad encontramos a  Gottfried Leibniz (1646-1716) quien definió  la política como el arte de lo posible. Esto quiere decir que es un arte cuyos materiales son las posibilidades y la obra del político es la transformación en una realidad efectiva de lo que era pura posibilidad, o dicho en otros términos, la concreción de los anhelos y esperanzas de un pueblo, para lo cual debe reconocer la ocasión[14], saber medir los obstáculos, las dificultades, 1os peligros; conocer las causas de las cosas y actuar en conformidad con ellas, por eso lo peor de una república es la indecisión[15]. La neutralidad de los juicios políticos –una de cal y una de arena– no resulta una premisa de objetividad; la verdad es fruto de la voluntad organizada, resultado de la praxis: Maquiavelo sostiene que la verdad es obrada, no «imaginada» ni ajena al mundo de la subjetividad.

 

    En definitiva la política aparece como el arte de hacer posible lo necesario. En Argentina Evita supo realizar un juicio similar al declarar públicamente: Allí donde hay una necesidad hay un derecho, con lo cual se sostiene que allí donde hay una necesidad, una carencia que cubrir, aparece para el político la tarea de instaurar un derecho que la resuelva.

 

  • Importancia del conocimiento de la Historia para la Política. Una lectura política de la Historia.

   

    La política y la historia, como acción la primera y relato la segunda, tienen un permanente entrecruzamiento que culmina en la memoria popular.

 

    ¿Qué significa tener memoria?  El escritor argentino Eduardo Mallea trae a colación de esta pregunta la doctrina de la reminiscencia platónica sosteniendo que si ciencia es reminiscencia lo que necesitamos en todo momento es conocimiento anterior del origen de nuestro destino; y en el origen de nuestro destino está el origen de nuestro sentimiento, conducta y naturaleza.  En nuestro origen natural está potencialmente contenido nuestro devenir; si perdemos el recuerdo, o sea la ciencia, de nuestro origen interior ¿qué podremos ser?[16]

 

    En su sentido profundo -memoria- significa retener y recordar cosas que han pasado, lo cual nos habla de la experiencia de un sujeto, hasta aquí es fácil acordar.  Por su parte, el cristianismo, con su concepción de juicio final futuro, enseña a concebir la historicidad en el sentido de un acontecer temporal irresistiblemente único en el cual está sumergido el hombre, como parte de su pueblo.  Pero cuando la memoria relata la historia de este último, lo hace siguiendo un esquema de instantes decisivos donde la vida se experimenta como búsqueda, pérdida y recuperación del hogar[17]

 

    Pero la cuestión es desde dónde se recuerda y encontramos en esa búsqueda, que en la tercera acepción castellana del término, surgen indicios: se llama «memoria» al monumento que queda a la posteridad para recuerdo o gloria de una cosa, en donde queda claro que la recordación no se realiza para o desde el pasado sino en el presente y mirando al futuro.  O sea, no es la determinación del pasado que impone el recuerdo sino que desde la creatividad de un presente, recuerdo por la necesidad que me plantea la construcción de un futuro. La memoria es así, memoria del presente que no reproduce como simple recuerdo, sino como acción lanzada hacia el futuro.

 

    El único valor que tiene el pasado es el educativo, no hay determinación alguna de éste que induzca a llevar una conducta, sino que desde un proyecto presente se avizora un futuro esperado, para lo cual se «rastrea» en el pasado aquellos elementos que permiten educar en el esfuerzo y el camino a seguir en la esperanza de ese futuro. Tampoco es el futuro algo repentino y vago sino que es a partir de lo que desde el presente voy probabilizando, a su vez, eso que busco en el futuro está presente en mis acciones cotidianas[18].

 

    Tal como sostenemos a partir de la versión del Eclesiástico, la historia es una serie de instantes decisivos o sea, que la configuración del tiempo es una articulación de «puntos de referencia» que la memoria  los recuerda como celebraciones –en donde el rito es al tiempo lo que el hogar al espacio[19] donde está presente, se reproduce y transmite el significado de la conciencia histórica. 

 

    Finalmente debemos comprender que la memoria posee una doble significación: la de recurso circunstancial, precario y también la que emerge, brota, surge incólume en la tempestad[20] y por eso, frente a ella, el poeta uruguayo Mario Benedetti dice que hay quienes se «desmueren» y perduran y también quienes se «desviven» y solo existen virtualmente dentro de un aparato cultural.  Por eso la memoria, a veces oculta, desvía, posee la astucia del rastreador o baqueano, descripta entre nosotros por Domingo F. Sarmiento[21], porque a diferencia del disco rígido de una PC, que guarda todo lo que se le envía -Funes el memorioso, en el cuento de Jorge L. Borges- ella conserva  aquello que le es funcional a su propio existir.  Así hay trayectos en que desensilla esperando que aclare y en otros en los que estalla en originalidad y colorido.

 

  • Criterio de la selección del período elegido.

 

    Hemos elegido como material de este seminario de formación la historia argentina, porque relata la experiencia de nuestro pueblo, y sobre ella es que vamos a reflexionar y extraer las categorías políticas que nos permitan, en nuestros días, reconstruir un pensamiento político, tan nacional como popular, que nos independice o al menos, nos otorgue criterios, para enfrentar el abandono que se ha realizado de la función pedagógica de la política en manos de los medios de comunicación.  

 

    La idea de comenzar en 1930 tiene como objeto tratar de abarcar un período en el cual se producen una serie de acontecimientos que todavía hoy, de una u otra manera, siguen vigentes, tienen todavía influencia sobre nuestro presente.

 

    Vamos a hablar entonces de la construcción de la Patria en nuestros días en los términos en que lo expusiera nuestro poeta Leopoldo Marechal

 

Es un trabajo de albañilería.

¿Viste los enterrados pilares de un cimiento?

Anónimos y oscuros en su profundidad.

¿No sostienen, empero,

toda la gracia de la arquitectura?

Hazte pilar, y sostendrás un día

la construcción aérea de la Patria.

                                      Didáctica de la Patria

 

         ¿Qué quiere decir que la Patria es un trabajo?  El trabajo es el presente del hombre histórico; trabajo es determinación y misión. La piedra, el animal y la planta, no se someten a ninguna misión, no asumen ningún cometido, no trabajan, solo el hombre trabaja, no lo hace ni el caballo que tira el arado ni la máquina.  A su vez, la falta de trabajo -no solo el desempleo sino la carencia de una actividad social que permita la autoconstrucción de la dignidad- es una perturbación del espíritu, una carencia, que  deja vacío al hombre por haber perdido su misión. Como contrapartida tenemos la importancia de «la alegría del trabajo», la alegría como estado de ánimo fundamental y base de la posibilidad del trabajo auténtico.

 

    Es por medio de este trabajo auténtico que los miembros de un pueblo van construyendo su destino, cada uno, a su manera, aporta solidariamente, una parte de esa realización.  Y por eso los trabajadores son los pilares que hunden sus raíces en la tierra, que saben -para las épocas de vacas flacas– que no es en los consulados extranjeros sino -como quería Eduardo Mallea- solo habitando la oscuridad de la noche, se tiene la posibilidad del alba, solo conociendo lo profundo y raigal se puede apreciar el sol de la verdad.

 

  • 1930: el fin de una época. Un modelo económico mixto y un modelo político revuelto.

 

    El 6 de septiembre de 1930 se produce el golpe de estado a cargo del general José Félix Uriburu[22]. Este último suele ser mostrado como producto de una intervención militar, último resguardo de las instituciones republicanas, pero como todos los golpes de estado, hay sectores políticos y sociales que estimulan y apoyan esa intervención militar en contra del gobierno de Hipólito Yrigoyen. La acordada de la  Corte Suprema de Justicia otorgándole una legalidad a dicho acto insurreccional que carecía, es la prueba más clara de los intereses políticos a los que respondía ese acto sedicioso.     

 

El general José Félix Uriburu el 6 de septiembre de 1930

 

    En un primer momento esta experiencia será el intento de reordenar Argentina para sobrellevar las consecuencias del crash de 1929 bajo un modelo corporativo que reconoce dos vertientes teóricas:  el fascismo y las ideas de Charles Maurras.  Estas posturas contaban con el apoyo de grupos de intelectuales nacionalistas como Leopoldo Lugones, Rodolfo Irazusta,  Tomás D. Casares, Alberto Ezcurra Medrano, Ernesto Palacio, Carlos Ibarguren, entre otros. Ellos tenían en común una posición antiliberal aunque desde otros puntos de vista discreparan; ese zona común era reflejada humorísticamente en los siguientes versos atribuidos a Ernesto Palacio:

 

«Pensó con seso de atún.

un

Mas fue un yacaré correcto.

perfecto

Cuatro patas de bagual.

liberal

Dieron un paradojal

bicho que salió a la vez

saurio, cuadrúpedo y pez,

un perfecto liberal«

 

    Uriburu cree que el fascismo es una cuestión de ideas -lo mismo que muchos de los intelectuales que lo rodearon- sin entender que el componente central de éste es ser una expresión cultural del pueblo italiano.  Mussolini no asumió con una movilización de 600 cadetes del Colegio Militar sino con la movilización de una parte del pueblo de Italia que marchó el 28 de octubre de 1922 a Roma.  Por su parte, muchos de los nacionalistas que siguieron a Uriburu poseían una marcada influencia francesa en su cultura y mentalidad, lo cual ejercía gran influencia en el modelo de identificación oligárquico a través de las ideas de Charles Maurras y su «Action Française», admiraban la estética fascista y el pensamiento tradicionalista español (José Donoso Cortés), pero recreaban el modelo elitista conservador que guardaba un desprecio por lo popular y el sistema democrático.  Lo que es importante de todo ello es que, no poseían una auténtica vocación de poder ni capacidad política de organización[23].

 

 

    Se afirma que para muestra basta un botón y aquí va, entonces, el de los nacionalistas escrito por César Pico bajo el nombre de Inteligencia y revolución y que publicara en el diario La Nueva República el 1 de enero de 1928: la democracia mayoritaria, es en el orden político, una expresión lógica de la indiferencia ante la verdad y el error y que ha recibido el nombre de tolerancia[24].

 

    Tanto Uriburu como los grupos que lo apoyan desconfían de las masas pues encarnan un  «conservadurismo oligárquico»  que cree en el orden y las jerarquías, pero donde el primero coincide con su voluntad y a las segundas acceden gratuitamente, pues no han sido el fruto de una lucha o un proceso donde aparezca algún criterio de selección de calidad sino que, herederos de la tradición intelectual que concibe una autoridad solo en términos de «mando-obediencia» sin lugar para el discurso que busca la persuasión[25] y ello sirve como justificativo ideológico para fundar un pensamiento autoritario. Creen en una  «revolución nacional» donde  no hay cabida para el estilo plebeyo de la gente común,  pero sí para una severidad puramente militar, marcando el origen profundo del autoritarismo en Argentina. 

 

    Uno de los intelectuales que apoyan y colaboran con el golpe de estado y su gobierno, Carlos Ibarguren, ya en 1912 había lanzado una advertencia acerca de «las vulgaridades de una democracia plebeya» y si bien, en los primeros momentos, el general Uriburu prefirió criticar la demagogia como la acción inmoral llevada adelante por el yrigoyenismo, en su discurso del 15 de diciembre de 1930 declara que la dificultad argentina para la democracia se hallaba en la existencia de un 70% de población analfabeta.  Una exageración fantástica ya que el índice real era del 21.2%, pero que cobraba sentido con sus afirmaciones posteriores acerca de que «el voto secreto es precisamente lo que ha permitido el desenfreno demagógico que hemos padecido»[26].

 

    Algunos años después, Federico Pinedo, era capaz de sintetizar el pensamiento político de la oligarquía al expresar que apenas implantado en nuestro suelo por efecto de la ley Sáenz Peña, el sistema de la democracia representativa, cuando el sufragio universal llevó al Congreso la expresión de ideas y sentimientos de vastas masas humanas hasta entonces extrañas al poder político y cuando podría esperarse por ello que se abordarían los problemas sociales y económicos hasta entonces desconocidos, los núcleos civilizados de la República se vieron ante la amenaza de la montonera que a todo ponía en peligro[27].  Aclarando que esa montonera es la masa primaria, ignorante en materia política[28], es aquella que no puede dejar de equivocarse en el manejo de los negocios públicos[29], en definitiva, es el elemento indígena que hoy vuelve a pesar en la política argentina (se refiere al triunfo peronista de 1946) desenterrado por la práctica inconsciente del sufragio universal[30].

 

    Esta forma de pensar cobra una doble importancia pues no solo tiene un valor ilustrativo de una época, sino que muestra sin ambigüedades el influjo de esa oligarquía sobre la clase media -como verdadero modelo educativo- que hace que esta idea de la «masa primaria» o sea, la «chusma» y su incapacidad política la reproduzca hasta nuestros días contraponiendo la masa irreflexiva al partido «sensato», el sentimiento a la razón, lo «corrupto» a lo «prolijo». Ello va más allá de lo atribuible a lo estrictamente militar y quien comprendió claramente este desgarro en el pensamiento político argentino fue Arturo Jauretche.   

 

    Uno de los elementos centrales planteados por ese autor es la identificación del paradigma vigente en el pensamiento político argentino. En Manuel de Zonceras[31] Argentinas lo analiza sacando a la luz sus elementos constitutivos, sosteniendo que la madre que las parió a todas las zonceras es «civilización o barbarie»[32]. Esta es la «zoncera» madre por ser intrínseca, porque no nace del falseamiento de los hechos históricos ni ha sido creada como un medio; es totalmente conceptual, una abstracción anti-histórica, curiosamente creada por gente que se creía historicista[33].  La autonomía de la «zoncera» respecto de los hechos es la que le confiere su carácter paradigmático, en tanto modelo o patrón aceptado.  Ello no significa que estos términos opuestos carezcan de referente empírico, Jauretche observa que plantear el dilema de los opuestos civilización y barbarie e identificar a Europa con la primera y a América con la segunda, lleva implícita y necesariamente a la negación de América para afirmar Europa, pues uno y otro son términos opuestos: cuanto más Europa más civilización, cuanto más América más barbarie[34]. Queda claro que la discusión no es con Europa o sus intelectuales, sino con aquellos «nativos» que ejercen este pensamiento dicotómico, aquellos que portan el «síndrome de m´hijo el dotor», el complejo de «Malinche», el drama del «cholo».

 

    Ese autoritarismo recibe su revés cuando,  intentando legitimar el gobierno golpista, se convoca a elecciones en la provincia de Buenos Aires para elegir  gobernador el 5 de abril de 1931,  resultando triunfante en los mismos la fórmula radical.

 

 RESULTADOS DE LOS COMICIOS EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES (1931)

 

PARTIDO

VOTOS

% DE VOTOS

Radicales

218.783

47.23

Conservadores

187.734

40.53

Socialistas

41.573

8.97

Diversos

2.605

0.56

En blanco

12.464

2.69

 

 

 

 

 

 

    

    Las elecciones son anuladas, y tras el fracaso del general Uriburu aparece el verdadero liderazgo militar de la mano del general Agustín P. Justo. Aparece aquí otro intento de reorganización tendiente a restaurar el orden conservador, pero esta vez se dejará de lado el «militarismo», apareciendo el «rostro político» de la ideología autoritaria para lo cual, se instituye el «fraude patriótico», sistemático falseamiento del sufragio universal.  Pero se encontrarán con una nueva situación económica: ya no se trata de administrar una Argentina de crecimiento meteórico y mérito de Justo es advertir que es posible montar una máquina política conservadora para épocas de depresión, aprovechando y adaptando los principios dirigistas que la crisis iba imponiendo en todas partes.

 

 

       El mismo presidente de la Nación, general Agustín P. Justo, sostendrá que el sistema político vigente había girado en los últimos años en torno a un exclusivo afán electoralista.  El «personalismo» yrigoyenista -que fue su resultante- condujo a la «carencia de partidos orgánicos, de principios», sin los cuales el país seguiría expuesto «a la influencia perniciosa y deprimente de los hombres providenciales»[35].  También invitaba al radicalismo -ya sin la persona física de su líder- a reorganizarse «en la paz y tranquilidad social mediante una rigurosa selección de elementos en sus filas»[36] recordándoles que la abstención electoral era el síntoma de «un peligro de regresión que debe evitarse»[37].

 

 

    Aquí parecería resurgir el modelo de la generación del ochenta, pero ocultando que en ella, Julio A. Roca ejerció un liderazgo político-militar del orden conservador. En realidad no es aquello que se llamó el personalismo lo que se cuestiona sino el contenido político que se genera cuando una mayoría reconoce una conducción carismática y así se habla de la política como si la ella pudiera ser explicada desde la física.

 

    La verdadera estructura de poder según sir David Kelly, quien fuera secretario de la embajada británica en Buenos Aires de 1921 a 1922  -embajador de 1942 a 1946- es «el Jockey Club y el Círculo de Armas eran, como antes de la época de Yrigoyen, los centros más importantes de los chismes políticos y el  poder detrás del trono»[38].                                 

 

    Esta afirmación acerca del lugar del poder real, del diplomático británico se refleja en la composición de la Cámara de Diputados ya que, de los 141 miembros, 68 eran de centro-izquierda (socialistas y demoprogresistas), 17 de centro-derecha  (radicales antipersonalistas) y 56 conservadores  (demócratas); en 1935 hay 62  parlamentarios de centro izquierda (socialistas, UCR,  y demócratas progresistas), 16 de centro derecha y 57 conservadores; en 1938 la composición será la siguiente: 89 de centro izquierda (radicales yrigoyenistas y socialistas), 5 de centro-derecha (radicales anti-personalistas) y 59 conservadores; hasta llegar a1 43 donde las proporciones eran: 80 el centro-izquierda, 19 el centro-derecha y 48 los conservadores. Estas cifras hablan a las claras que, de tener una relación real el Congreso con el poder, los gobiernos del general Justo y los doctores Ortiz y Castillo habrían tenido una legislación de centro-izquierda.  Obvio es la falsedad por lo queda a la vista la perversidad del sistema por medio del cual no se llevaba a los poderes públicos un partido dominante, sino que se ocultaba detrás de un juego partidocrático las verdaderas estructuras de poder en manos de la oligarquía, y cuyo lugar parlamentario era el Senado[39].   

 

    También aparecía la corrupción como sistema.  No solo existía el «fraude patriótico» mediante el cual se digitaba el resultado de las elecciones sino que ese era el marco «institucional» en que operaba una clase dirigente que representaba a una minoría del país.  Es necesario ser claro en ello.  No solo estaba la oligarquía, también se sumaban a ello alegremente sectores dirigentes del radicalismo y del socialismo como de algunas otras fuerzas del interior del país. Quizás el más representativo de ello sea el presidente Roberto Marcelino Ortiz, que asume la presidencia el 20 de febrero de 1938; él era de origen radical y como tal fue ministro del presidente Marcelo T. de Alvear, lo cual no fue obstáculo para que también lo fuera de Agustín P. Justo y que, como abogado de las empresas  inglesas de los ferrocarriles,  su candidatura fuera proclamada en la Cámara de Comercio Argentino-Británica por el embajador inglés.

 

    Fuera de ese marco aparecen pequeños grupos nacionalistas de diversas raíces,  muchos de los cuales  denuncian esta situación y por otro lado aparece FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) como un desprendimiento de la  Unión Cívica Radical producido en junio de 1935, conformando el «nacionalismo popular».  Es más, si somos precisos, allí deben encontrarse no solo los miembros de FORJA (Dellepiane, Jauretche, Manzi, etc.) sino también otros pensadores «outsider» como Manuel Ortiz Pereira, Alonso Baldrich, José Luis Torres, Raúl Scalabrini Ortiz, Saúl Taborda y Manuel Ugarte, cuya labor se centró en la  denuncia de la dependencia económica del país y el sistema del «fraude patriótico».

 

                                  

 

    Desde la sigla misma es interesante ver el mensaje que envía el grupo. La misma, bajo la forma de término, proviene del latín fabrica y alude a la fragua donde se funde el hierro (fierro en antiguo castellano).  Era el lugar donde se estaba fraguando lo nuevo y uno de sus miembros, Homero Manzi lo explicará por medio de su poesía:

 

Forjista que estás de guardia

si te preguntan contesta

que estás de guardia en la noche

esperando que amanezca[40]

 

    Lo primero que los forjistas declaran es: somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre, dando de allí una consigna que repetirán y escribirán en las paredes: ¡Patria sí! ¡Colonia no!  En el acta fundacional se realiza una síntesis del núcleo de pensamiento que los inspira: el proceso histórico argentino y el indoamericano revelan la existencia de una lucha permanente del pueblo en procura de la soberanía popular para la realización de los fines emancipadores de la revolución americana, finalizando con la siguiente declaración de principios: por el radicalismo a la soberanía popular; por la soberanía popular a la soberanía nacional; por la soberanía nacional a la emancipación del pueblo argentino[41].

 

 

Homero Manzi

 

    Para ellos el punto de partida es el reconocimiento que América Latina vive en «condiciones coloniales» ¿Qué significa «condiciones coloniales»? En primer lugar están pensando en la situación de sujeción en que ha quedado Argentina respecto de Gran Bretaña por el Tratado Roca-Runcimann, especialmente por sus artículos secretos que otorgaban concesiones monopólicas en el transporte; también están pensando en la matanza por ametrallamiento de 2.500 trabajadores de la mina de la Braden, Cooper & Co. (Iquique-Chile), conocido como la Santa Maria Masacre por el patio de la iglesia donde la matanza tuvo lugar. Otro hecho importante y trascendental fue la Guerra del Chaco, resultado del conflicto por la explotación del petróleo que existe en la zona, entre Standard Oil que apoyaba las pretensiones bolivianas y Royal Duch Shell instalada en el Paraguay; otro ejemplo sería el actuar de la United Fruit Co. en Costa Rica y Colombia[42] y sobre la cual Pablo Neruda escribiera un poema: La compañía Frutera Inc/ se reservó lo más jugoso,/ la costa central de mi tierra,/ la dulce cintura de América./ Bautizó de nuevo sus tierras/ como «Repúblicas Bananas»,/ y sobre los muertos dormidos,/sobre los héroes inquietos/ que conquistaron la grandeza/…/estableció la ópera bufa.

 

 

    FORJA apoyó con sus escasos medios de difusión[43], la comisión de la Cámara de Diputados que investigó la industria frigorífica bajo la dirección de Lisandro de la Torre -antiguo opositor de Yrigoyen. En lo referente a América Latina no solo apoyaron sino que fueron difusores de la política de Lázaro Cárdenas como la nacionalización de la explotación petrolera, su concepción de la propiedad del subsuelo y su riqueza[44].  Los forjistas mantenían también relaciones con el APRA peruano, conducido por Raúl Haya de la Torre y con la corriente nacionalista boliviana de Víctor Paz Estensoro.

 

    Desde el reconocimiento de esa situación, consideran que la liberación solo tendría lugar a partir de la «acción de los pueblos». Ernesto Palacio, que en 1930 había sido un apologista de las minorías selectas, redescubrió en 1939 los fundamentos de la concepción democrática de la política: «la fe en el pueblo».  A partir de ello sostendrá que la historia argentina enseñaba una lección importante: los procesos de corrupción se originan en las clases dirigentes (…) y no al revés; y (…) los procesos de renovación benéfica siguen generalmente el camino inverso[45]. De manera parecida, nuestro filósofo Saúl Taborda sostendrá en 1935 que, los caudillos federales del siglo XIX manifestaban una proto-democracia, inorgánica pero enraizada en el pueblo, constituyendo el núcleo de la cultura política popular[46].  Coherente con este pensamiento, aparecen las figuras de Juan Manuel de Rosas e Hipólito Yrigoyen como la encarnación de los estadistas capaces de llevar adelante una política identificada con los anhelos populares[47].

 

    En 1935 Homero Manzi participo de la fundación de FORJA y denunció la situación de dependencia económica argentina. Su voz se levantó en la tribuna callejera, en improvisados actos, subido sobre cajoncitos de cerveza, habló de las entregas y latrocinios en los siguientes términos:  Nos dicen, que hay una cosa intocable entre los distintos eslabones de la economía: el gran capital, especialmente cuando se trata de accionistas extranjeros, y por eso es necesario crear la mentalidad opuesta, la mentalidad nacional, que frente a ese argumento diga sencillamente esto ¡que se vayan a la puta que los parió esos accionistas![48]

 

    La respuesta desde el régimen no se hizo esperar. Manzi fue expulsado de la Facultad de Derecho (UBA) y exonerado como Profesor de Literatura, también fue discriminado en el radicalismo por rebelde y  sostener la necesidad de que los candidatos de su partido sean elegido por el voto directo de los afiliados (elecciones internas), sosteniendo que Yrigoyen nunca tuvo miedo a su partido, porque se sentía en el vértice de las esperanzas de un amplio sector de su pueblo[49].

 

    Por su parte, fuera del grupo forjista, Manuel Ortiz Pereira fue el más notable representante de la idea de la «liberación económica» en el yrigoyenismo.  Sus concepciones tuvieron una gran influencia sobre los debates en el Congreso de la Nación relacionados con la cuestión del petróleo.

 

    El general ingeniero Alonso Baldrich, era parte de los oficiales que encabezados por el general Mosconi, concebían el desarrollo de una estrategia-Nación con plena soberanía sobre lo que consideraban los resortes principales de su economía.  Así fue defensor frente a los críticos nacionales y extranjeros de la creación de Yacimiento Petrolíferos Fiscales (YPF), especialmente las compañías petroleras británicas (Shell) y estadounidenses (Standard Oil) que querían ampliar su participación en el negocio petrolero argentino.  En relación con esto Baldrich propugnaba la cooperación de todos los estados latinoamericanos. Su posición coincidía con la de Ortiz Pereira y se resume en su conferencia El problema del petróleo y la guerra del Gran Chaco, donde hace referencia a los intereses de las mencionadas compañías y como culminan embarcando en una guerra a Bolivia y Paraguay[50].

 

    Por su parte, José Luis Torres, fue un combativo periodista fue quien acuñó la denominación «década infame» al período que va de 1930 a 1943.  Desde muy joven dirigió un periódico en San Miguel de Tucumán y fue colaborador de un singular reformador político de su provincia, José L. Nogués. Apoya a éste cuando intenta gravar la industria azucarera con un impuesto provincial, y tras la intervención federal a la provincia, cae bajo las difamaciones de los conservadores.  Como crítico del sistema oligárquico establecido denuncia un caso de corrupción y evasión impositiva del grupo Bemberg, poderosa corporación económica de la época. 

 

    La base ideológica de estos puntos en común se encontraba en la crítica a las estructuras oligárquicas de la política latinoamericana y en el antiimperialismo.  A lo largo de la década, algunos miembros de la corriente del revisionismo elitista[51] comenzarán a rever sus posturas y acercarán posiciones, especialmente, los hermanos Irazusta[52], Ernesto Palacio, Bruno Jacovella y José María Rosa.

 

    Por su parte Raúl Scalabrini Ortiz plantea la existencia del «espíritu de la tierra», el sentido de identidad de un pueblo que solo se manifiesta en la muchedumbre[53] y en ella encarna su conciencia. Para encontrar al «espíritu de la tierra» es necesario que aparezca un hombre capaz de interpelarlo, este hombre es el instrumento que permitirá hincar la viva carne de los hechos actuales, y en la vivisección descubrir ese espíritu de la tierra[54]. Ese hombre se encuentra en la esquina de Corrientes y Esmeralda.

 

    Hace aquí Scalabrini Ortiz una referencia a una característica profunda de la sociedad de su época ¿cómo es posible que la crisis cultural, política y económica haya calado tanto? La historia se teje delante de nosotros, pero nosotros no la vemos por falta de perspectiva (…) solo vemos los pequeños hechos (…) pero no percibimos los grandes trazos que dan unidad, relieves históricos a esas ininportancias cotidianas (…) Hemos asistido en el transcurso de los últimos años a un verdadero cataclismo de la nacionalidad (…) Hemos presenciado la transformación de nuestra Patria (…) en una factoría absolutamente doblegada a la voluntad de Gran Bretaña[55]. La respuesta será la falta de compromiso del argentino con su propio destino -tanto en lo personal como en lo colectivo- y que se verbaliza en una expresión: «no te metás».

 

 

Raúl Scalabrini Ortiz

 

  • ü El problema económico-social

 

    El problema económico argentino se genera como derivación del impacto de la crisis financiera de 1929 sobre Gran Bretaña, por lo cual ésta suspende las compras de carnes y cereales a nuestro país. Es de notar que por entonces el comercio exterior argentino y la corriente de inversiones de capital eran dependientes del mercado inglés.

 

    Gran Bretaña para salir de la situación en que la sumergió el «crash» de Wall Street convocó a los  representantes de sus  colonias y  dominios a la ciudad de Ottawa, Canadá, en 1932, para convenir una política  de salida por la crisis.  Como parte de la misma conformó  con los integrantes del Imperio una suerte de gran mercado cerrado en  el cual se gesta un compromiso de reciprocidad: Londres importaría de esos territorios materia prima y comida y como contrapartida, éstos adquirirían  manufacturas inglesas.  En síntesis, de la «Ottawa Imperial Economic Conference» sale un convenio de preferencias que significaba para Argentina perder gran parte de su mercado de carnes,  pues una de las cláusulas del Acuerdo fijaba una participación progresiva de Australia en las ventas de carnes a Gran Bretaña.  A ello se añade un estancamiento del comercio de granos.                                     

 

    Es importante tener en cuenta de que se trata ese acuerdo: no solo los dominios y colonias aumentaban las cifras de exportación al mercado inglés sino que además se disminuyeron las cuotas de carne «chilled», principal especialidad de las exportaciones argentinas (de 500.000 tn. que importaba Gran Bretaña, 461.000 tn. eran argentinas) y la carne congelada -extraña al Commonwealth- debe reducirse entre el 10% y el 35%.  Esta alteración en el comercio de las carnes no solo afectaba el «negocio» de los estancieros, debe tomarse en cuenta que la industria frigorífica empleaba a gran cantidad de trabajadores urbanos, por ejemplo el frigorífico «Anglo-Ciabasa» -el más importante de los ingleses- ocupaban a más de 15.000 trabajadores. A su vez, se produce una caída del precio internacional de los granos y el impacto sobre la  balanza de pagos fue  intenso y desfavorable para la economía argentina: el valor promedio de cada tonelada exportada se redujo de $141 a $81. 

 

    La situación era de tal gravedad que trascendía lo técnico del área y es preciso una definición política. Acorde con ello Se conforma un grupo negociador encabezado  por el propio  Vicepresidente de la Nación, Julio Argentino Roca (h) y junto a él están Miguel Angel Cárcano y Guillermo Leguizamón  (los tres abogados, ganaderos y el último ligado a las empresas británicas de los ferrocarriles),  los asesores técnicos de la misión fueron Raúl Prebisch, Carlos Brebbia y Aníbal Fernández Beiró.  Esta comitiva viaja a Londres para dialogar con el ministro de Comercio, Walter Runciman,  y lograr  establecer un tratado por el cual, de alguna manera, Argentina entre en el sistema  de preferencias que el Imperio ha  sellado  en  Ottawa con sus colonias, lo  cual se logra el 2 de mayo de 1933 y es conocido  como  el  «Tratado Roca-Runciman»[56].

 

    Desde el punto de vista inglés había un interés particular en seguir vinculados a Argentina que ya se había expresado en el Informe realizado en 1929 por la comisión oficial presidida por lord D’Abernon, en donde se sostenía la República Argentina ocupa, en cuanto a sus relaciones con Gran Bretaña, una posición especial de la cual no existe un paralelo exacto fuera del Imperio Británico […] Desde el punto de vista económico, Gran Bretaña y Argentina se complementan mutuamente[57].  Sobre esta base es interesante acercarse al Pacto para comprender su alcance a través de una carta dirigida por el presidente del Board of Trade, Leslie Burgin al vicepresidente y jefe de la delegación argentina Julio A. Roca (h) en donde el gobierno de Su Majestad desea tener la seguridad de que el gobierno argentino se encargará […] de investigar la situación de las compañías británicas que estén en el negocio del seguro para salvaguardar sus intereses […] El gobierno de Su Majestad ha observado con pesar que en algunos casos recientes las ofertas para contratos públicos han sido concedidas a otros países […] agradecería recibir del gobierno argentino la seguridad de que es su intención asegurar, en relación con las licitaciones de la administración pública, que las condiciones para las ofertas sean justas y equitativas de manera que los oferentes del Reino Unido tengan buenas perspectivas de asegurar su participación [agregando] quisiera referirme al caso de la Anglo-Argentina Tranways Co. […] ¿Puedo tener la seguridad que S.E., usará, a su regreso a Buenos Aires, sus mejores esfuerzos para asegurar la rápida solución de la dificultad que, si se deja sin solucionar […] tendrá un efecto muy serio sobre la compañía y producirá una impresión desafortunada, no solo en círculos del gobierno sino también en círculos financieros e industriales en este país?[58].

 

                                       

 

EXPORTACIONES INGLESAS A AMERICA LATINA (EN MILL. DE £)

AÑO

ARGENTINA

BRASIL

CHILE

URUGUAY

1928

31.2

16.0

5.1

3.1

1932

10.6

4.5

0.6

1.5

1937

20.3

7.0

1.9

1.7

 

    Después de leer semejante documento recordamos las palabras de Arturo Jauretche cuando sostenía que «los imperios dan guarangos […] el guarango es un consentido, satisfecho de sí mismo y exultante de esas satisfacción»[59].  Porque la extorsión que el gobierno de «Su Majestad» realiza es una «guarangada», es la mejor muestra de una corrupción delicada, claro…a la inglesa.

 

    A los cinco días, el 1º de mayo de 1933 sir Walter Runciman, en re presentación de Gran Bretaña  y  Julio A. Roca (h) por Argentina reafirmaban su común propósito de mantener y perfeccionar el «Tratado de Amistad, Comercio y Navegación» firmado en Buenos Aires el 2 de febrero de 1825[60].

 

    El historiador inglés Eric Hobsbawm describe la situación de la siguiente forma: «Gran Bretaña podía resguardarse tanto en el Imperio como en el libre cambio, en su monopolio de las zonas hasta entonces no desarrolladas, que en sí mismo coadyuvaba a que no se industrializaran, y en sus funciones de pivote del comercio, navegación y transacciones financieras mundiales.  Tal vez no podía competir, pero podía evadirse. Esa capacidad de evasión contribuyó a perpetuar la arcaica y cada vez más inservible estructura industrial y social de la primera etapa»[61].      

                     

                                           

                                                 Arturo Jauretche      

                        

    El tratado asegura a Argentina una cuota de exportación no inferior a las 390.000 toneladas de carne congelada, aunque Gran Bretaña se reservaba el derecho de restringir sus compras cuando lo considerara oportuno; el 85% de esas exportaciones se debían realizar por medio de los frigoríficos ingleses y el 15% restante podían ser colocado en el mercado por empresas argentinas, con la condición de hacerlo mediante barcos y comerciantes ingleses; Argentina se comprometía a mantener  libre de derechos aduaneros el carbón y otros productos ingleses y a  mantener sin reducción las tarifas de los  ferrocarriles  protegiendo esas empresas. Además, en el tratado había artículos secretos sobre el transporte de Buenos Aires y la creación del Banco Central, de los  que nos  referiremos más adelante.

 

    Como parte del tratamiento del problema económico surgen a partir de allí las diferentes juntas reguladoras, la subvención interna de los precios agrícolas, una reestructuración del sistema impositivo y bancario como así también del mercado ganadero.

 

    La creación del  Banco Central de la República Argentina  (BCRA) tiene como origen la formación de una Comisión designada por el Ministerio de Hacienda y constituida por Federico Pinedo, Enrique Uriburu, R.W. Roberts,  P. Kilcher y L. Lewin,  la cual elabora  un proyecto  de ley de «contralor de bancos». El proyecto fue sometido al juicio de sir Otto Niemeyer, funcionario del Banco de Inglaterra y director  del consorcio  Vickers-Amstrongs.    De allí surgirá la ley de bancos y la de creación del Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, obteniendo el marco  legal para la reforma  que se aprobara en 1935.  Al crearse el Banco Central se le transfirió la Caja de Conversión con todo su oro, pero revaluado a un nivel algo inferior del valor del metal en el mercado; con la diferencia resultante, el Gobierno integró el capital del Banco Central y  del  Instituto  Movilizador de Inversiones Bancarias (creado por ley 12157/35).  Es de notar que el Banco Central es creado como un  banco mixto integrado  por capital estatal y privado  (nacional y extranjero). Su primera medida fue devaluar el peso argentino[62].

 

    La estructura mixta del B.C.R.A. constituía entonces, una lesión a la independencia económica del país y una violación a la Constitución Nacional (artículo 67, inciso 5) pero admitida por la Suprema Corte -la misma que había legalizado el golpe de estado de 1930- que afirmó que no había impedimento en que un banco «sui generis» ocupara el lugar previsto por la Constitución para un Banco Nacional, se le otorgó la facultad de emitir billetes y regular el crédito.  

 

    Es cierto que ya en su momento se levantaron voces crítica, es de destacar  la posición de  Carlos Ibarguren -abogado consultor del Banco Nación- quien sostuvo  «el peligro que traía consigo el banco del señor Niemeyer  […]  de delegar en una sociedad por acciones, en la que el estado no tenía eficaz  participación ni fiscalización, la soberanía económica de la República; y anotaba el riesgo de que la asamblea de accionistas, constituida en su mayoría por bancos extranjeros, fuese manejada por entidades que solo miraban el interés propio, y que el gobierno económico del país dirigido por  extraños al estado, sufriese la influencia foránea representada por los intereses de la mayoría de la banca extranjera»[63].   

 

    Pero podemos preguntarnos ¿por qué se produce esta devaluación del peso respecto de su respaldo en oro?

 

    El 21 de octubre de 1931 Gran Bretaña toma como primer medida frente a la instalación del «crash» en su mercado, la suspensión del patrón oro como respaldo de la libra esterlina y de hecho devalúa su moneda.  Tal acción persigue estimular la exportación de sus manufacturas compitiendo con las estadounidenses y alemanas, pero al mismo tiempo, Gran Bretaña presiona para que se devalúen las monedas de sus dominios y países cuyas economías dependieran del mercado inglés, condescendiendo con ello se produce la devaluación argentina.  De esa manera Gran Bretaña puede competir con sus manufacturas en el mercado internacional y no decae su calidad de vida, pues los alimentos y las materias primas las puede comprar en la misma relación que existía antes de la devaluación.

 

 

 

 

 

 DEVALUACION DE LA MONEDA 1929-1940

                               AÑO                      VALOR DE $ 1 M/N EN ORO

                                      1929                                     0.70

                                      1930                                     0.61

                                      1931                                     0.48

                                      1932                                     0.43

                                      1933                                     0.41

                                      1934                                     0.28

                                      1935                                     0.199

                                 1936/1940                                0.199

 

    Tal como hemos afirmado y siguiendo algunas de las nuevas ideas de planificación e intervención del estado en la economía, el  Gobierno  crea la mencionada Junta Reguladora  de Granos (decreto 31864/33), de Vinos (decreto 46837/34), de la Industria Lechera (decreto 40140/34),  de  Carnes  (ley 11747 /33), Comisión Reguladora de la Producción y Comercio de la Yerba  Mate (decreto 30854/33), Junta Nacional del Algodón  (decreto 59802/35) y 17 organismos autónomos más; por otro lado aparecen 25 organismos sin autonomía que entre 1930 y 1940 dieron a la política económica un contenido estatista.  La misión de dichas Juntas era de la regular los precios internos, especialmente, cuando caían los internacionales o regulando  las exportaciones según los altibajos de esos mismos precios.  En el caso de la Junta de Granos funcionaba como una suerte de gran acopiador, en tanto que las de Vinos y Lechera operaban sobre el mercado interno[64].            

 

    Algunas de estas Juntas presentaban una disociación entre los objetivos que poseían y aquellos que desde su conducción debían alcanzarlos, tal el caso de la referida a las Carnes.  La ley que la crea busca vigilar la acción de los trust frigoríficos pero entre los miembros que conforman su dirección se encuentran representantes de estos mismos trust y de la Sociedad Rural Argentina  (SRA) vinculada directamente a los intereses de los frigoríficos.  En el caso de la creación de la Junta Nacional de Granos, se buscaba una defensa del productor en la comercialización y realizar regulaciones que evitaran la superproducción; en la práctica su acción se dirigió a utilizar el poder financiero de la Nación en beneficio de los grandes acopiadores, con precios irrisorios de compra en moneda devaluada y con retenciones de las diferencias cambiarias (a tal punto que, los productores de las provincias de Santa Fe y Córdoba se deben agremiar para defenderse de la Junta).

 

    Se puede tomar como ejemplo de composición de una Junta, el caso de la que rige la producción y comercialización de vinos: formaba parte de su dirección Robert W. Roberts, agente de Baring Brothers, J. P. Morgan y de Leng Roberts, que era asimismo miembro del  directorio de las bodegas «El Globo» y «Arizu»;  Luis Colombo  -presidente de la UIA-  y ejecutivo de las firmas de Roberts; el asesor letrado  Suárez Anzorena,  abogado del Banco Anglo-Sudamericano, entidad representada por Roberts en la Junta.  Los directorios eran, como queda claro, monocordes.   

 

 

                               

    Para completar la descripción de cual era el peso que poseía esta oligarquía agropecuaria cabe destacar que, según el censo de 1937, 20.000 propietarios -de un total de 1.200.000- poseían más del 70% de las tierras; al 2% de las estancias correspondía el 42% de los vacunos[65].  Las empresas Bunge y Born, Dreyfus, La Plata Cereal y L.E. Ridder controlaban más del 80% de la exportación del trigo y del lino; en tanto que, la primera de ellas poseía unos 40 establecimientos agropecuarios con una superficie total de 800.000 hectáreas[66].  Prominente era también el trust Bemberg -que sigue teniendo como eje público la industria cervecera (Quilmes)- que poseía 1.500.000 hectáreas y 30 establecimientos diversos, entre ellos una línea tranviaria, una inmobiliaria, dos institutos de crédito y una fábrica textil.  Las ganancias de este grupo empresario eran el equivalente en 1939 a un tercio de los ingreso fiscales argentinos.  

 

    El «Tratado Roca-Runciman» -según decíamos líneas arriba- transformó el mercado ganadero pues, establece una alianza entre los productores ganaderos dedicados a lo que se denomina «el engorde» y los frigoríficos en desmedro de los productores dedicados a «la cría», esto tendrá consecuencias inesperadas pues, Lisandro de la Torre -representante de éstos últimos- denuncia tal convivencia y preside la Comisión Investigadora que conforma el Congreso de la Nación, sosteniendo en la sesión del Senado del 27 de mayo de 1935 que «el comercio de exportación de carnes enfriadas argentinas se realiza bajo un régimen de monopolio.  No existe competencia en las compras /…/ El comercio interno va en camino de ser absorbido por las mismas empresas que monopolizan la exportación»[67]

 

    A su vez, la Comisión  encuentra  que  la contabilidad fraudulenta que los frigoríficos llevan respecto de la compra-venta de carne y la consecuente evasión impositiva era sacada del país escondida en cajones de «cornead beef», en el carguero inglés Norman Star- los frigoríficos ingleses compensaban así las pérdidas y mayores costos generados por la explotación australiana y  neocelandesa con las «ganancias» en Argentina.  Ello termina con el asesinato del senador electo santafesino, Enzo Bordabhere, compañero de Lisandro de la Torre. Por otra parte, así como en la política la corrupción surge con el fraude, en el terreno de la administración del estado surgen los «negociados», cuando se renegocia el «Tratado Roca-Runciman» se incluye la entrega del transporte de Buenos Aires a la  Compañía Anglo-Argentina de Tranvías y cuyo resultado fue la sanción  por parte del  Congreso Nacional de la ley 12311/36  de Coordinación de Transportes,  que crea la Corporación de Transporte de la Ciudad de Buenos Aires, que por ley 12346/37 se transforma en la Comisión Nacional  de  Coordinación de Transporte como sociedad mixta pero dentro de la cual, «la Anglo» tenía el control accionario tal como se había tratado en las conversaciones entre Julio A. Roca (h) y Leslie Burgin en Londres.  El resultado de ello es el estrangulamiento de la competencia argentina que aparecía a través de los «colectivos».

 

 

    La sanción de esta ley tiene una historia ejemplificadora de como funcionaban las instituciones en esta década.  El Concejo Deliberante de la Capital Federal designa una comisión para investigar los servicios y funcionamiento de la Cía. Anglo, pero el intendente Mariano de Vedia y Mitre vetó esa resolución y forma él una comisión constituida por Roberto M. Ortíz -que fuera luego presidente- y Manuel F. Castello asesores ambos de las empresas británicas comprometidas.  Dicha comisión aconsejó un plan de coordinación urbana, que no será enviado al Concejo Deliberante sino que directamente es enviado al Congreso Nacional el cual lo convierte en ley.  Es de destacar que este Congreso contaba con mayoría de diputados de la UCR y entre los defensores del proyecto se encontraba Roberto J. Noble, quien cuestionara a los socialistas por negarse a tratar dicha ley y retirarse del recinto[68]

 

                                                             

 

    Es interesante ver cual era la opinión de quien en ese momento solo era un oficial del Ejército que partía a Europa en misión de capacitación, el teniente coronel Juan D. Perón escribía a su tío segundo Conrado Perón el 28 de mayo de 1939: «Indudablemente la situación no ha mejorado desde que salí de Buenos Aires. A pesar de los últimos comicios, que como te imaginarás, no brillaron por la legalidad del acto, el nuevo presidente [Ortiz] que tenemos no ha dado muestras de mejorar las cosas […] Los conservadores, tarde o temprano, volverán a mostrar la hilacha y el pobre pueblo sufrirá otra vez las consecuencias.  No habrá paz hasta que un verdadero gobierno nacional tome las riendas de la Nación»[69].

 

    Cuando la enfermedad obliga al presidente Ortíz a delegar la presidencia en el vice-presidente Ramón Salustiano Castillo,  el oficialismo radical contemplará la posibilidad de apoderarse del  poder  por la vía militar unido a los antipersonalistas y socialistas.   El pivote es la  oficialidad antes nucleada en la Logia general San Martín y cuyo máximo dirigente era el general  Agustín P. Justo. 

 

    Todo este sector quedó vinculado al negociado de las tierras del Palomar, no obstante, en agosto de 1940 «estuvo a punto de estallar un movimiento militar tendiente a reponer a Ortiz en la presidencia. El ministro de Guerra, general Rodolfo Márquez, estaba a cargo de la conspiración, en la que intervinieron activamente el entonces mayor Pedro Eugenio Aramburu y algunos diputados radicales, entre ellos Emir Mercader»[70].  Lo cierto es que la Logia justista desistió del golpe tras la entrega, por parte del presidente Castillo de tres ministerios claves, designando a Federico Pinedo, Julio A. Roca y al general Juan N. Tonazzi.

 

 

                                   

    Mientras tanto, la situación económica de los sectores populares era reflejada por el tango de Raymundo Barcos «Rosalía, hay que hacer economía»:

 

                          «Rosalía, Rosalía,

                          hay que hacer economía.

                          El dinero se termina

                          y el molino no camina.

                          ………………….

                          Rosalía, Rosalía,

                          ¿dónde iremos a parar?»    

 

  • Las migraciones

 

    En esas condiciones -y cuando todo parecía indicar que la crisis económica se agravaría progresivamente- el Ministro de Hacienda -Federico Pinedo- elabora un Plan de Reactivación Económica y lo presenta al  Senado de la Nación, en donde el oficialismo tenía mayoría.     

 

    Este proyecto se montaba sobre una apreciación de la realidad mundial pues, los grandes imperios coloniales se vieron obligados a promover un esfuerzo industrial en la periferia, con una rápida expansión pero también con una debilidad estructural.  La crisis de 1929 dejo libre un espacio nacional de reconversión industrial, y si la financiación se reveló ardua, los países que se lanzaron a dicha empresa poco tenían que perder.  Así, la India vió un claro crecimiento de sus actividades manufactureras, el Canadá, Sudáfrica, etc.

 

    En ese momento Argentina cuenta con 40.613 establecimientos que dan trabajo a 526.495 empleados y obreros.  El 50% del capital total de la industria estaba en manos de empresas extranjeras e incluso manejaban en forma monopólica varias ramas como la industria frigorífica, usinas eléctricas, compañías de gas, cemento, elaboración de artículos de caucho; en tanto que en otras, tenían una fuerte influencia como en la manufactura de tabaco, petróleo, fabricación de conductores eléctricos, aparatos de radio y telefonía, productos farmaceúticos, galvanización de chapas de hierro, etc.  El capital inglés tenía también una notable participación en el agro y en las explotaciones madereras, éstas últimas, responsables por la tala indiscriminada de árboles, y  la desertificación de la zona del  chaco santiagueño.  Seis empresas de este origen, encabezadas por «La Forestal» poseían 2.859.000 hectáreas de tierra.

 

 

    Entre las medidas propuestas por Pinedo se hallaban, virtualmente, todos los proyecto legislativos reclamados por la Unión Industrial Argentina (UIA): leyes de «draw back», disposiciones contra el «dumping», créditos a largo plazo para la industria y reajuste de la antigua legislación de tarifas. Por otra parte, tampoco es algo exclusivo de Argentina o América Latina;  países como Australia,  hicieron  del «reemplazo de importaciones» su objetivo fundamental de política económica mucho antes que se iniciara la Primera Guerra Mundial.  En otros países, tales como el nuestro y Brasil, esta estrategia comenzó a ser aplicada -aunque no en forma directa- a raíz de la crisis mundial de la década del ’30, principalmente como subproducto de medidas de política económica tomadas para corregir dificultades en el sector externo.

 

    El ministro de Hacienda, Federico Pinedo,  sostenía por entonces que la vida económica del país giraba alrededor de una rueda central que era el comercio exterior.  El país, decía, «no está en condiciones de reemplazar esta rueda maestra», pero,  tal vez pudieran levantarse a su lado algunas pequeñas ruedas auxiliares que son «una cierta circulación de la riqueza».

 

    Estas ruedas laterales, señalaba, podrían realmente estar integradas por actividades relacionadas con la elaboración de algunas de las materias primas que produce el país.  La creación de las «ruedas auxiliares» no era una idea enteramente nueva en el ambiente, ya que nuestro país protegía una serie de industrias desde algunos años atrás. Lo importante es señalar el cambio de mentalidad que aquí aparece y cuya manifestación es el cambio realizado en la estructura del estado, abandonando políticas liberales -que hasta Gran Bretaña había dejado en Ottawa-  y un pensamiento  económico  semi-librecambista  para reemplazarlo por un incipiente keynesianismo.                                        

 

    El llamado «Plan Pinedo» se trató en el Senado de la Nación los días 17 y 18 de diciembre de 1940.  Por el oficialismo lo defendió Matías Sánchez Sorondo y José Heriberto Martínez, mientras que la oposición frontal tuvo como vocero a Atanasio Eguiguren de la UCR.  El plan fue aprobado finalmente por 17 votos contra 3 pero jamás fue tratado en la Cámara de Diputados de la Nación  donde el oficialismo era minoría (76 diputados la UCR, 56 conservadores y radicales antipersonalistas,  21 radicales provinciales y 5 socialistas).

 

    Los argumentos de la UCR para oponerse a este Plan sostenían que «sin hacer análisis se puede afirmar que al país le cuesta mucho dinero el lujo vanidoso de muchos artículos llamados de la industria nacional que siempre tienen la consabida defensa de los brazos que se emplean», agregando que «podrán caerse todas las chimeneas pero mientras el campo produzca y exporte, el país seguirá comprando lo que necesite, seguramente a precio inferior que el determinado por la Aduana para favorecer intereses creados»[71].

 

    La fractura de las ideas económicas liberales que produce la «revolución keynesiana» y el abandono del  «gold-standard» facilitó la  tarea de los industrialistas que rechazaban, por lo menos de hecho, los argumentos basados en los principios del librecambio.                   

 

    Esto también es captado por el pueblo, especialmente por aquellos que vivían en las áreas periféricas a la pampa húmeda y que comienzan a empobrecerse como resultado de los bajos precios de los cereales y -fundamentalmente-  por la reorganización del  mercado ganadero.  Se inicia así esa enorme migración interna del campo  hacia las grandes ciudades que en el período 1936-1946 representa el 40% del crecimiento vegetativo del interior[72] dando comienzo al proceso  de creación de  talleres y pequeñas industrias;  allí se buscará trabajo y una mejor calidad de vida surgiendo los barrios  periféricos de  Buenos Aires, Rosario, Córdoba, etc.

   

    Claro está que algunos migrantes del interior se asentarán en las zonas marginales de las grandes ciudades y sus viviendas serán absolutamente precarias.  Allí nacen las denominadas «villas miseria», siendo una de las primeras la de Puerto Nuevo (Buenos Aires) y de la cual da cuenta el tango de ese mismo nombre, compuesto por Carlos Pesce:

 

«Puerto Nuevo

que en una noche de invierno

solitario y harapiento

me viste llegar»

 

 

    El crecimiento en la cantidad de establecimientos no significaba una política planificada o explícita de industrialización como ha quedado expresado; tampoco eran en todos los casos empresas de origen nacional sino que las había también extranjeras como es el caso de la Firestone estadounidense, Compañía Química Duperial británica, Shell holando-británica, Pelikan alemana, etc. Los textiles elevaron su producción de 4700 tn en 1929  a 35.000 tn en  1939 en hilados de  algodón, comenzándose a fabricar seda artificial e hilados de lana.  Un elemento externo colaboró en el desarrollo de este rubro: la guerra civil española produjo la inmigración de industriales españoles -especialmente catalanes- que traían sus conocimientos sobre esta industria.     

 

    El período 1930-1943 es una época dura para la población trabajadora, tanto urbana como rural. Uno de los elementos políticos más claros de evaluación del desarrollo económico es la distribución del  producto bruto interno o como también se suele llamar,  la redistribución de la riqueza: en 1935 los trabajadores recibían el 46.1% del PBI y pasarán a recibir en 1942 el 43.5%, mientras que los empresarios crecieron su participación en el período señalado el 75%.

 

    Una vez más, la música popular de Buenos Aires, el tango, reflejará en múltiples manifestaciones esta situación, dentro de las cuales hemos elegido como ejemplo los versos que Enrique Cadícamo escribiera en 1934 -en el más puro lunfardo- bajo el nombre de «Al mundo le falta un tornillo»:

 

                  Todo el mundo está en la estufa

                  triste, amargao, sin garufa,

                  neurasténico y cortao …

                  Hoy no hay guita ni de asalto

                  y el puchero está tan alto

                  que hay que usar el trampolín …

                  Si habrá crisis, bronca y hambre

                  que el que compra diez de fiambre,

                  hoy se morfa hasta el piolín […]

 

    El clima vivido durante esta época por el hombre de clase media urbana, especialmente el habitante de Buenos Aires («porteño») es reflejado por Scalabrini Ortiz como aquel capaz de delegar su destino, de encontrarse cómodo en esa ausencia de rol protagónico.  «Para eximirse de esa responsabilidad, de la que es autor y agente, el hombre se amputa una  fracción de sí mismo, y cede a la colectividad algunos de los derechos y de los deberes que se confiere […] Para que la excepción de responsabilidad sea completa y el hombre porteño pueda reposar en ella,, el estado debe parecer automático. El estado mismo debe evacuar sus necesidades, encontrar su personal representativo, […] ser casi omnipotente en las jurisdicciones de tiempo y de espacio […] Extralimitarse, arrogarse misiones impropias del cargo es también lastimar la idea del estado […] La prudencia porteña tiene una frase para prevenir a los que lesionan con su atolondramiento las incumbencias del estado. «No te metás» […] prevención trascendente, no doméstica. Quiere recordar: «No te metás en un asunto que no es tuyo y es privilegio del estado»»[73].

 

    En el panorama político aparecen caudillos provinciales que en muchos casos llevan adelante experiencias populistas cuyo marco será exactamente el de su provincia. Así encontramos en Tucumán a Juan Luis Nougués, en Córdoba Amadeo Sabattini, en Santa Fe, Luciano Molina, Carlos Lencinas en Mendoza y los hermanos Aldo y Federico Cantoni en San Juan. En la provincia de Buenos Aires, asume Manuel Fresco como gobernador en 1936 y a pesar de haber llegado a ese cargo mediante el ejercicio del «fraude patriótico», desarrolla una inteligente política en el ámbito de la organización y defensa de los trabajadores.  Con una manifiesta admiración por Benito Mussolini y bajo la influencia de la «Carta del Lavoro», sanciona la ley provincial 4548/37 por la que se reorganiza el Departamento de Trabajo, desde donde lleva adelante una política que es sintetizada en un discurso en la ciudad de Arrecifes el 18 de julio de 1937: «Predicamos y exigimos la conciliación de las clases, la pacificación de las dos fuerzas que vienen agitando desde sus orígenes la actual organización social, queremos evitar la lucha entre el capital y el trabajo […] y los trabajadores no continúen sometidos a las exigencias de un capitalismo voraz»[74].  Cabe destacar que la legislación del trabajo de la provincia de Buenos Aires fue por entonces la más avanzada de América Latina a tal punto, que en 4 años de gobierno de Fresco no hubo una sola huelga.

 

    El presidente Ortiz contará con el partido radical y la complicidad de algunos caudillos conservadores de la provincia de Buenos Aires -Alberto Barceló entre otros- para destituir a este político de creciente ascenso en la consideración popular.  La excusa será el pedido de su partido de cambiar el ministro de Gobierno -Roberto Noble, quien posteriormente fundara el diario «Clarín»- en 1939 y, si bien al principio es defendido por Fresco luego tiene que ceder y reemplazarlo pero en 1940 se declara la intervención a la provincia.

 

    Pero decíamos que ello solo refleja el marco «institucional» del sistema, éste también se manifestaba en actos de corrupción  como las concesiones a la compañía de electricidad CADE[75]  otorgadas mediante sobornos, entre los cuales estaba la financiación de la campaña del candidatro radical Marcelo T. de Alvear de 1937 y las donaciones para construir la «Casa Radical» en Buenos Aires; venta al Ejército de tierras en El Palomar (P.B.A.) donde el  manejo discrecional de la información produjo un negociado que culmina con el suicidio del diputado radical Víctor Juan Guillot;  se debe cerrar el Concejo Deliberante  porque algunos concejales -muchos de ellos caciques parroquiales-  vendían a los dueños de los colectivos «inmunidad» para las multas de los inspectores municipales; evasión de impuestos por parte de los frigoríficos ingleses bajo la protección de funcionarios del  Gobierno e incluso se manipulaba los números premiados  de la Lotería Nacional para beneficiar a familiares de la clase dirigente.             

 

    Lo curioso de esa situación es que, si se miran los registros económicos se comprueba de que Argentina es uno de los países que más rápidamente van a salir de la crisis y -sin embargo- los contemporáneos a la misma la vivencian con mayor gravedad.  Precisamente, porque la crisis es mucho más que económica, es la crisis política que redefine el mundo del siglo XX, lo cual trastocan las autoimágenes argentinas largamente construidas. Afecta sin duda a la creencia argentina en la excepcionalidad de nuestro país y a su destino de grandeza.

 

    Argentina es presentada por medio de la ensayística nacida después del 30 como un país que ha perdido el norte, y que debe arreglar cuentas con su propia conciencia. Se trata entonces de ensayos que se preguntan por las razones de esa crisis, que suelen deslizarse hacia temas de identidad nacional.  Cada autor elegirá en su abordaje distintas estrategias.

 

    El Nuevo Mundo descubierto por las españoles había nacido de un error, y las rutas que a él conducían eran como los caminos del agua y del viento[76]. En ese Nuevo Mundo, la futura Argentina es Trapalanda[77], una ciudad de oro macizo que los conquistadores imaginaron pero que nunca existió.  Llega a considerar que esta parte de América jamás perteneció a la historia.

 

    La pampa, esa  enorme geografía vacía se expresó espiritualmente como soledad y temor primitivos, tanto en el indígena como en el conquistador español.  Esa soledad llevará al castellano a perseguir sueños irrealizables y a un afán desmedido de posesión[78].

 

    Como no encontró oro debió conformarse con vastas extensiones y con sus frutos: cereales y ganado. Pero la tierra le impuso en cambio terribles condiciones: el espíritu errátil, el afán de acumular, la idolatría de las cantidades inmensas, la prisa por marcharse, la vergüenza de la pobreza, la disolución del hogar, la imposibilidad de la cultura basada en el simple respeto, y la vaciedad del amor[79].

 

    El estupor de los años treinta habita debajo de la seguridad omniexplicativa: tanto las modalidades políticas como las costumbres privadas parecen haber sido invadidas por el Mal. Para Martínez Estrada la sociedad es irredimible y por eso su voz es la de un profeta que se sabe clamando en el desierto[80].

 

    Cuando aborda la estirpe del argentino, lo piensa fruto de la violación que un español realiza a una india[81]. De allí saldrán los mestizos que, conscientes de su pasado vergonzoso, despreciados por su padre, resentidos, darán nacimiento al gaucho y a lo «gauchesco».  De allí provendría nuestra tendencia a despreciar las normas, la familia, la inteligencia.  Por otra parte, esa degradación inicial de la mujer explicaría el desprecio que él ve por lo femenino en sus época.

 

    El libro se cierra retomando la polaridad sarmientina entre «civilización» y «barbarie», pero con la confesión de un fracaso. Porque la civilización consistió en la aplicación de una serie de disfraces[82] en la adopción de formas externas de lo europeo. Y así se añadía lo falso a lo auténtico. Se llegó a hablar francés e inglés; a usar frac; pero el gaucho estaba debajo de la camisa de plancha[83]. Concluye Martínez Estrada: lo que Sarmiento no vio es que civilización y barbarie eran una misma cosa, como fuerzas centrífugas y centrípetas de un sistema en equilibrio. No vio que la ciudad era como el campo y que dentro de los cuerpos nuevos reencarnaban las almas de los muertos[84].

 

    Uno de sus discípulos confesos, H. A. Murena sostendrá que los argentinos -y los latinoamericanos en general- tenemos conciencia de haber nacido con una misteriosa culpa, de carácter geográfico-cultural, ineludible.

 

    Somos los desposeídos, los parias del mundo porque hemos dejado la historia al irnos de Europa. Y esa angustia, producto de una carencia, ha originado en nosotros el miedo, que entre los argentinos se manifiesta en la incomunicabilidad y el silencio, el temor a la enfermedad y la muerte, la sustitución de la cultura por la información.

 

    Frente a este pecado original de América[85] se han adoptado dos actitudes distintas: a) la del intelectual, que rechaza esta realidad viviendo en permanente nostalgia de Europa, que es el ideal anhelado; b) la negación de lo europeo y su cultura, que es entregarse al pecado mismo. Unos rechazan el mundo en que han nacido; otros lo eluden hundiéndose en él.

 

Eduardo Mallea, encuadrado en la ensayística -especialmente por su obra Historia de una pasión argentina (1937) responde a otra visión, aunque comparte con los anteriores la conciencia sistemática de la realidad argentina y el contorno ambiental de la misma.  El representa con su obra, el proceso de tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad de masas[86].

 

    En el mencionado libro, él reconoce una historia de la formación sentimental y cultural como de una toma de conciencia del sentido de lo nacional y latinoamericano. Yo no sentía -dirá- a la Argentina en cualquiera de los posibles modos de hacer en ella, la sentía de otra manera, la sentía siéndola[87]. Y explica: lo que equivale a significar que la sufría, que la hacía no desde fuera, sino desde mí, en mí[88].

 

    Pero ese dolor es de parto, pues afirmará que solo habitando la oscuridad de la noche, se tiene la posibilidad del alba, solo conociendo lo profundo y raigal se puede apreciar el sol de la verdad[89].

 

    Eduardo Mallea sostendrá que hay una Argentina visible y otra invisible, esta última no se la ve porque «va por dentro» y es la que podrá parir.  Para ello. lo que necesitamos en todo momento es conocimiento anterior del origen de nuestro destino; y en el origen de nuestro destino está el origen de nuestro sentimiento, conducta y naturaleza.  En nuestro origen natural está potencialmente contenido nuestro devenir; si perdemos el recuerdo, o sea la ciencia, de nuestro origen interior ¿qué podremos ser?[90]

 

    Pero nada es absoluto en este proceso, la incertidumbre va acompañada de la búsqueda permanente: he aquí que de pronto este país me desespera, me desalienta.  Contra ese desaliento me alzo, toco la piel de mi tierra, su temperatura, estoy al acecho de los movimientos mínimos de su conciencia, examino sus gestos, sus reflejos, sus propensiones y me levanto contra ella, la reprocho, la llamo violentamente a su ser cierto, a su ser profundo[91].

 

  • La revolución de 1943

 

    En el plano internacional, la  Primera Guerra Mundial deja irresuelta la cuestión del poder mundial.  Gran Bretaña y Francia quedan con una debilidad estructural manifiesta que se hace más evidente después del «crash» de 1929; Estados Unidos ha logrado llevar al triunfo a la Entente pero queda neutralizado en la política internacional por la diplomacia inglesa; se constituye la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) e Italia que se encontraba entre los vencedores queda postergada en sus reclamos.  Surgen como respuesta a este equilibrio inestable y a diversos motivos internos una serie de movimientos como el fascismo italiano, el nacional socialismo alemán, el comunismo soviético y el «new deal» estadounidense que buscarán una respuesta a esa situación.

 

 

 

    En 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial que tendrá en 1943 un año decisivo: el Afrika Korps del mariscal Erwin Rommel y el Ejército italiano son detenidos por los ingleses antes de llegar a Alejandría y el Canal de Suez, en tanto que en el frente europeo, las tropas del Eje no logran tomar Stalingrado y Moscú, la batalla de Kursk (Rusia) será el punto de inflexión.  A partir de allí el curso de la guerra está signado por la derrota de Alemania.

 

 

                      

    Argentina ha mantenido una actitud neutral frente a la guerra como también un activo comercio con Gran Bretaña, colaborando en la alimentación del pueblo y fuerzas armadas de ese país. 

 

    El tema central que se discutía en los altos niveles del poder era si al terminar la guerra Argentina se mantendría ligada a los intereses y políticas británicas o si buscaría encuadrarse tras el liderazgo de los EE.UU. Esta situación era entendida como crucial pues por nuestra dirigencia política, ya que comprendía que se trataba de una redefinición del poder mundial; lo que no aparecía tan evidente era el estado de debilidad en que quedaría Gran Bretaña al terminar la guerra y la pérdida de todo su Imperio, producto del proceso de descolonización.  Esto hacía que dentro mismo de la oligarquía se tomaran diferentes posiciones: Enrique Ruiz Guiñazú y Carlos A. Pueyrredón apoyan la política pro-británica a ultranza; tendrán una posición pro-estadounidense Julio A Roca (h), José L. Cantilo y Federico Pinedo; éste último sintetizará la posición al afirmar: nuestro interés como Nación aconseja acercarse a los Estados Unidos, la Nación más poderosa y rica del mundo[92], a lo cual agregará Carlos Saavedra Lamas la Nación necesita el concurso de capitales extranjeros para la posguerra[93]. Los  partidos políticos  -interpretando  especialmente el pensamiento de un sector de la clase media que hoy llamaríamos «progresista»- insistirán en el «compromiso moral» que significaba la lucha  armada «contra el fascismo».Tras la invasión a la Unión Soviética, el partido Comunista se suma al campo de los participacionistas y desde 1943 harán lo propio los conservadores.

 

    Al aparecer el signo inequívoco de la victoria de los Aliados, la clase dirigente toda y particularmente el presidente Ramón Castillo, cree conveniente realinearse en la política internacional detrás de Gran Bretaña, por lo que sostienen que es necesario «preparar» la sucesión presidencial con un hombre que posee una buena imagen frente a ingleses y estadounidenses, ese hombre era Robustiano Patrón Costa, miembro de una familia patricia de Tucumán y con grandes intereses azucareros en esa provincia.  Esta nueva postura podría incluir colocar a Argentina en estado beligerante[94].

 

mirada-politica-de-la-historia_capitulo-primero 

    El movimiento revolucionario del 4 de junio de 1943 lo realiza un grupo de oficiales nucleados en el GOU (Grupo Obra de Unificación) al cual pertenecían el coronel Juan Domingo Perón, teniente coroneles Franklin Lucero, Joaquín Sauri, Gregorio Tauber, etc. y contaba con el apoyo de los generales Juan Pistarini, Diego I. Mason, Carlos von der Becke, Víctor Majó, Armando Verdaguer y L. Perlinger.

 

    Una serie de conocidos escritores y publicistas de tendencia nacionalista ocupaban cargos en el Gobierno: Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública; Héctor LLambías una Secretaría de Estado; Bonifacio del Carril, secretario del Ministerio del Interior; Jordán Bruno Genta, interventor de la Universidad Nacional del Litoral; Tomás Casares, igual función en la Universidad de Buenos Aires; Alberto Baldrich, Federico Ibarguren, Ramón Doll y H. Bernardo integraron la intervención a la provincia de Tucumán y Mario Amadeo, la jefatura de la Sección Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores.

 

    Uno de los temas que suele plantearse respecto de las características del GOU está vinculado al papel que poseía el coronel Perón dentro del mismo. El GOU formaba parte de una oleada de nacionalismo antiimperialista que en los años 30 y 40 combatía el régimen de una oligarquía crepuscular vinculada al ya decadente Imperio Británico, contemporánea de expresiones políticas como FORJA, el partido Libertador de los hermanos Irazusta, el socialismo nacional de Manuel Ugarte, el neoconservadurismo del grupo Renovación de Bonifacio del Carril, la intransigencia radical de Sabattini y los populismos provinciales de los que ya hiciéramos referencia. A su vez, respecto de la formación del grupo militar como de la planificación y ejecución de la revolución de 1943, no hay ningún elemento que permita suponer que el papel que cumpliera Perón estuvo más allá de la adhesión a un núcleo básico de ideas.

 

    El 4 de junio de 1943, el Ejército Argentino se opone a continuar con el sistema del «fraude patriótico» y evitar el enrolamiento de Argentina en un conflicto en el cual no se veía claramente su beneficio.

 

Archivo PDF de este capítulo, con referencias, a su disposición:

https://iniciativaciudadana.wordpress.com/wp-content/uploads/2008/04/mirada-politica-de-la-historia_capitulo-primero.pdf

Una respuesta a “Una mirada política de la Historia Argentina. Primera Parte

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